Junto con el maíz, la patata ha sido, sin duda, la otra gran contribución a la alimentación mundial que ha hecho el continente americano. Actualmente, la patata es quinto alimento más consumido a nivel mundial y la base de muchas de las recetas que hay en directo al paladar.
Pero, ¿por qué la patata? ¿cómo se incorporó a nuestra alimentación? ¿Engordan? No, el que engorda eres tú. Bromas aparte, su historia es fascinante.
La patata es originaria de los andes suramericanos, y durante miles de años fue el alimento principal de aquellas poblaciones. En el resto del mundo era desconocida hasta que los primeros exploradores españoles la trajeron consigo a Europa. A partir de ese momento su expansión y consumo fueron imparables.
La patata como cultivo tiene unas características muy interesantes. Por ejemplo, que como nos comemos el tubérculo y al crecer bajo tierra, ofrece unos mayores rendimientos comparados con los cereales. Esto es así porque en los granos del cereal, pasado un cierto tamaño, harían doblarse a la plata haciéndola inservible. Como desventaja, la patata como la gran mayoría de las plantas, presenta compuestos tóxicos que hemos tenido que aprender a mitigar.
Como ya comentamos, una forma de hacerlo es mediante los chuños. Lo que quizá no sepas, es que no solo los humanos se las han ingeniado para comer patatas. Las llamas andinas tienen otro truco no menos fascinante. Antes de comer patatas silvestres, lamen arcilla. Así logran que las toxinas de las patatas se adhieran al polvo de arcilla, mitigando su toxicidad. Por supuesto, nosotros también copiamos este truco de las llamas, y es algo que aún se sigue haciendo en Perú con algunas variedades. Por supuesto, esto no es necesario con las patatas que compramos a diario, cuyo contenido en toxinas hemos ido reduciendo a través de entrecruzamientos y selección de las variedades más ventajosas.
La patata se hace famosa
La patata, aunque fue introducida en Europa en s. XV tardó bastante en tener aceptación y fue objeto de bastante controversia hasta que la reina de Francia María Antonieta decidió ponerse guapa, decorándose con una bonita flor de patata. Eso, y que un farmacéutico, Agustín Parmentier estudió el tubérculo y recomendó su consumo. Se cuenta que incluso Thomas Jefferson, uno de los fundadores de los Estados Unidos de Ámerica, quedó tan impresionado con ella, que decidió importarla a su país, y que de ahí viene lo de “French Fries”.
La patata conquista el mundo
No estoy hablando de forma metafórica, sino literal. Antes del cultivo masivo de patatas en Europa, las hambrunas eran muy comunes y los rendimientos del cultivo de cereales dejaban a la población campesina muy mal. La gran productividad de la patata y su completo perfil nutricional fueron un factor clave para que Europa comenzara su expansión hacia el resto del mundo y para que su población empezara a aumentar de forma sensible. Por poner unos números, se estima (a la baja) que entre 1500 y 1800 en Francia había una hambruna cada 10 años, ¿os imagináis?
Ahora tocaba cultivarla a gran escala. Y es ahí donde la patata también jugó un papel importante, ya que fue uno de los primeros cultivos en requerir abonos externos, en forma de guano peruano, así como pesticidas (una forma de arsénico) para controlar las plagas. Fue el primer monocultivo, puesto que las primeras patatas europeas descendían casi todas de las que promovió Parmentier. En Perú, se conservan para su estudio más de 5000 variedades.
En cuanto los europeos y americanos se dieron cuenta de que añadiendo guano las producciones de patatas se multiplicaban, y pronto quisieron más. ¿Y quién tenía guano? Perú. Perú, fue el principal exportador de guano durante ese tiempo, pero pronto empezarían los problemas, ¿os imagináis cómo acabó? Básicamente las potencias occidentales se hicieron con todo el guano, bien robándolo directamente, o bien poniendo gobiernos amigos que les garantizaran el guano a buen precio.
Los malditos “bichos”
Una de las bestias negras de la patata es un hongo llamado Phytophthora infestans. Curiosamente, se cree que las primeras infecciones masivas fueron originadas por la “fiebre del guano”, que trajo consigo algunas esporas. El resultado fue devastador, millones de hectáreas de cultivo se echaron a perder en todo Europa. Irlanda, cuya población más pobre dependía para su ingesta diaria en un 40% en la patata, y debido a su condición insular, vio morir a más de un millón de personas. Millones más emigraron a Estados Unidos. Para que os hagáis una idea, no fue hasta 1960 que Irlanda logró tener el mismo número de habitantes que tenía en 1840
Otro “buen amigo” es el escarabajo de la patata, cuyos destrozos no fueron tan dramáticos y que dio paso a la utilización del primer insecticida moderno, hecho de una combinación de arsénico y cobre, que lograba matar al escarabajo. No mucho después se descubrió que el sulfato de cobre, también se acababa con el P. infestans. La industria moderna de pesticidas empezaba su andadura y con ella una carrera armamentística evolutiva entre los malditos bichos y las patatas cultivadas, que continúa hoy en día.
Un futuro más sostenible y nutritivo con más tecnología
A pesar de que esos bichitos siguen echando a perder algunas cosechas, ahora sabemos muchísimo más que nuestros antepasados del s. XIX. Conocemos sus ciclos biológicos, su ADN, así como el propio ADN de las patatas en sus distintas variedades. Y esto ya está permitiendo,gracias a la ingeniería genética, variedades de patatas que incorporen resistencias propias a las platas, tanto de hongos, como de escarabajos. Y lo que es también importante, variedades de patatas enriquecidas nutricionalmente, o adaptadas a un uso particular.
Por desgracia, queda mucho por hacer para que se entiendan los enormes beneficios que este tipo de variedades podría tener, no solo para millones de personas con desnutrición, sino también para el medio ambiente. Si queremos seguir produciendo patatas para alimentar a 7000 millones de personas, hacen falta grandes campos de patatas, y esos grandes campos necesitan combatir las plagas y ser lo más productivos posible. Podemos seguir usando fertilizantes y pesticidas como arsénico, cobre o nitrógeno y contaminar los ríos, o diseñar unas patatas que, de forma natural, generen una proteína que repela a los escarabajos o mate el hongo. O por qué no, unas patatas que, como hacen las legumbres, tengan bacterias que fijen el nitrógeno y ya no haya que robar el guano, o producir nitrógeno a partir de la atmósfera usando energía fósil.
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